26 de enero de 2009

Cartagena de Indias (Colombia)

Hace ya un año y a punto de comenzar un nuevo viaje por Sudamérica, retomamos las narrativas de aquel viaje que quedaron por la mitad.
Llegamos a Cartagena, capital departamental de Bolívar, por la mañana en un colectivo desde Barranquilla. Esquivando los taxistas que intentan confundir al recién llegado, nos tomamos un minibús donde conocimos a un hermano cubano aficionado del Softball, quien había competido junto al seleccionado cubano en el estadio nacional argentino ubicado en Ezeiza. Entre nombres de figuras de ese deporte para nosotros completamente desconocido y cuentos de su hermana casada con un argento, nos tiro información de la ciudad y guio hasta la cuadra de los hostales. A pesar de su ligero paso no nos fue difícil seguirle el rastro gracias al sombrero vaquero que llevaba en su cabeza.

En el centro de la ciudad, a orillas del mar Caribe, no tardan en mostrarse los rastros de la época colonial española con todos los atractivos turísticos que tanto estábamos añorando. Encontramos un hostal humilde pero acogedor donde enseguida conocimos a varios grupos de viajeros, muchos venían de chile y algunos otros de nuestra tierra, con los cuales íbamos a discutir de tenis y hacer equipo para salir a la noche.
En materia gastronómica, Cartajena de Indias ofrece desde restaurantes a la carta a un precio que te hace creer que uno está consumiendo calidad; comida al menu a un precio de ejecutivo en micro centro porteño, y hasta pollo frito con media papa hervida por menos de un dólar, donde haciéndole caso a la regla de que el pollo se come con la mano y cumpliendo algunas reglas de higiene, el mismo es servido junto a un guante descartable como parte de una estrategia para ahorrar en jabón.Cartagena definitivamente es un lugar a visitar en Colombia. Declarado patrimonio de la humanidad, con imponentes castillos e iglesias, casonas con balcones de madera y cientos de estatuas, monumentos, museos y colombianos listos a sacarle hasta el último peso al turista feliz, todo dentro de las murallas que en alguna época supieran proteger la ciudad. En esta ciudad aprendimos mucho. Aprendimos de historia y aprendimos que por más viajero experimentado que uno se crea nunca hay que bajar la guardia... Intentaron sacarnos (y si mal no recuerdo, lo hicieron) 10USD por pera por haber aceptado una ostra de regalo. Carreta fue deslumbrado por el arte de la prestidigitación por parte de uno de los tantos colombianos que ofrecen cambiar dólares a un tipo de cambio extraordinario- cosa que determinaría el fin de cualquier tipo de lujo hasta nuevo aviso-. Compramos un sombrero gracias a la insistencia de un vendedor que nos siguió por toda la ciudad que se sumaría al arsenal de bártulos que cargamos por Sudamérica, encabezado por el remo y el banco intercambiado en Puerto Colombia. Fue en esta ciudad donde recordamos (y confirmamos) que Colombia es conocida en el mundo por la caspa del diablo o perico.... Allá por el departamento de Magdalena, donde se encuentra el parque Tayrona, había sido evidente este tema por haber conocido algún que otro campesino que de manera muy fresca y con las manos quemadas, nos comentaba que había trabajado en algún laboratorio donde es procesada. Aquí en Cartagena, fuimos testigos de otra parte no menos importante de la industria: El comercio. En cada esquina, no no, cada 15 metros, algún buscavida local te hace saber de maneras muy creativas que a un precio muy bajo podrás pasear por las calles de la turística ciudad bien duro. La ciudad es imponente, con la arquitectura de siglos pasados, vendedoras de fruta que nos recordaban a Celia Cruz, y una dinámica de ciudad que hacía rato no veíamos por nuestra ruta de viaje. Hubo muchas anécdotas. El Bostero y Madarigua fueron detenidos por la policía en una demostración que aquellos fuertes de piedra y murallas altas podían ser invadidos; una salida a un boliche bailable donde solo se baila si se adorna a la pareja con algún billete, y Álvaro (el mama Ron!), nuestro guía turístico y bufón por la ciudad durante dos o tres días de los cuales nunca se desprendió de su botella de agua mineral rellena de ron blanco. Álvaro termino siendo uno de los grandes amigos que dejamos por Sudamérica. Gracias a él pudimos llegar a una de las islas, playa blanca, en un tour alternativo; El mortal común y corriente va hasta esta isla paradisiaca en un crucerito que parte del puerto de Cartagena. San Álvaro te hace tomar 3 colectivos, es estafado por un balsero a quien le jura muerte, te lleva en un rally en moto y te hace tomar una lancha que parece que se la va a llevar la corriente hasta llegar a destino, todo por la mitad de precio del crucero. Estas playas son también muy recomendables, donde uno puede ir con carpa y quedarse unos dias o alquilarle una a alguno de los puesteros que también te facilitaran de cerveza y pescado por un precio muy accesible.

Con arena en los calzones, mucha tierra en la cara, y muy pocos billetes, volvimos a Cartagena donde ya teníamos nuestro acrecentado equipaje preparado para partir nuevamente en bus hacia nuestro nuevo destino, Medellín.
Siguiendo algunos consejos de nuestro amigo Álvaro y escuchando la ausencia de sonido metálico en nuestros bolsillos, decidimos perder alrededor de 3 horas intentando coimear a los choferes de bus, junto con historias de vida inventadas, muy lastimosas sobre todo y nombrando muchas veces a Dios, buscando viajar por la mitad de precio. Por más que estaban dispuestos a escuchar ofertas, los montos nunca fueron incentivo suficiente para compensar las probabilidades de que un inspector subiera a mitad de camino y de esta forma poner en riesgo su trabajo. Recuerdo que hubieron muchas discusiones y mucha falta de plata, contamos muchas monedas y recuerdo que hasta nos habíamos creído los personajes que habíamos inventado y hasta creímos que tendríamos que buscar algún trabajo para poder seguir viajando, hasta que apareció el plástico salvador de nuestro compañero Shaggy que nos supo sacar del apuro para pasar una noche más en el ya conocido, frio y reconfortante hostal móvil, el Bus.

Salud,
Madarigua '10

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